Un hombre capaz de entender a Buda, un hombre que tiene conocimiento de los cielos y abismos de la naturaleza humana, no debería vivir en un mundo donde el sentido común, la democracia y la educación burguesa dominan. Por mera cobardía sigue habitando en él, y cuando lo afligen sus dimensiones, cuando la estrecha celda de burgués le parece demasiado estrecha, entonces se lo apunta a la cuenta de "lobo" y no quiere darse cuenta que en ocasiones el lobo es su mejor parte. A todo lo fiero dentro de él lo nombra lobo y lo tiene en mal concepto, por peligroso, por terror de los burgueses; pero él, que cree ser un artista y poseer sentidos finos, no es capaz de ver que fuera del lobo, detrás del lobo, existen muchas otras cosas dentro; que no todo lo que muerde es lobo; que viven además zorro, dragón, tigre, mono y ave del paraíso. Y que todo este mundo, este edén de miles de seres, aterradores y hermosos, grandes y chicos, fuertes y delicados, es ahogado y formulado por el mito del lobo, al igual que el verdadero hombre que converge en él es ahogado y prisionero por la apariencia del hombre, por el burgués.
El Lobo Estepario, Hermann Hesse, 1927
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