Por primera vez
sentíase Goldmundo, no solamente deseado, sino también amado por una mujer.
Lidia le dijo un
día:
-Tú
eres muy gallardo y tienes un aire alegre. Pero, en el fondo de tus ojos no hay
alegría, sino pura tristeza; como si tus ojos supieran que no existe la dicha y
que todo lo bello y amado es efímero. Tienes los más hermosos ojos que puede
haber, y también los más tristes. Creo que ello se debe a que eres un hombre
sin hogar. Viniste a mi de los bosques y un día volverás a partir, y dormirás
de nuevo en el musgo y reanudarás tu vida errante... Pero, ¿dónde está mi
hogar? Cuando te vayas, seguiré teniendo un padre y una hermana, un aposento y
una ventana donde pueda sentarme a pensar en ti; pero hogar ya no tendré, pues
el hogar lo tenemos donde reposa nuestro corazón.Narciso y Goldmundo, Hermann Hesse, 1930
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