martes, 22 de octubre de 2013

El Hastío

Religión, patria, familia, Estado, ya no tenían valor para mí y ya nada me importaba; la vanidad de la ciencia, de las profesiones y de las artes me ocasionaban náuseas; mis opiniones, mi gusto, toda la manera en que pensaba, con la cual tiempo antes había sabido brillar como un hombre de talento y admirado, ahora se encontraba desvanecida y abandonada, y la gente era sospechosa. A pesar de que en mis dolorosos cambios hubiera obtenido algo invisible e inestimable lo había tenido que pagar caro, y una y otra vez mi vida se había vuelto más rígida, más complicada, más solitaria y peligrosa. ¿Tendría que vivir yo esto de nuevo en la realidad? ¿Todo este sufrimiento, toda esta falsa miseria, todas estas características de la bajeza y minúsculo valor del propio yo, todo este espantoso temor al fracaso, toda esta angustia de muerte? ¿No era más sensato y sencillo evitar la repetición de tantos tormentos, hacerse a un lado? Efectivamente, era más sensato y sencillo. Nadie podía negarme el placer de ahorrarme con ayuda del gas, la navaja de afeitar o la pistola, la repetición de algún asunto cuyo amargo dolor había tenido que agradar tantas veces tan profundamente. Por todos los cielos, no existía poder en el mundo que me pudiera exigir pasar una vez más por las pruebas de un encuentro conmigo.

                                                                  El Lobo Estepario, Hermann Hesse, 1927

No hay comentarios:

Publicar un comentario